cadre décoratif par Jossot

Esta selección de artículos que publicó Jossot entre 1897 y 1947 fue realizada durante una estancia de investigaciones en Túnez. La precede una introducción que está evaluando el interés literario de esta prosa y restituye sus objetivos en el contexto colonial y los debates intelectuales de la época. Estos textos atañen más generalmente a la historia de las relaciones francotunecinas, pero la finalidad es también demostrar hasta qué punto estas crónicas toman el relevo de una obra caricaturesca, tanto en su contenido como en su escritura. Extractos traducido del francés por Françoise Tichit

Guirnalda decorativa

Extractos

Culo de lampara

Los Humoristas nos hacen reír

Los « Humoristas » han rechazado un cuadro mío, que no juzgan suficientemente divertido.

Se trata de una quimera crucificada : ambas alas desplegedas están clavadas de la cruz y sobre la blancura de las plumas, la sangre chorrea... gotea sobre el hombro de un guardia civil encargado de guardar a la víctima y de mantener a la multitud exasperada.

Los organizadores de la Exposición parecen creer que el humor debe siempre agitar la muñeca con cascabeles ; aunque eso no les guste, puede también agitar el látigo de la satira. El verdadero humorista no es forzosamente un « cachondo » de Montmartre, sino a veces un pensador solitario.

El humor se expresa con tres modos diferentes ; palabra, escritura, dibujo.

Cuando está dibujando, el humorista se hace caricaturista.

Como la mayoría de nuestros contemporáneos ignoran el significado exacto de esta denominación, me parece necesario definirla : la empleamos con demasiada frecuencia para designar a cualquier colaborador de una revista ilustrada. Algunos artistas con mucho talento, Steinlen por ejemplo, se ven clasificados como caricaturistas muy a pesar de ellos mismos, y, a consecuencia de esa interpretación inexacta, los menores dibujantes del mínimo periódico satírico están también catalogados como caricaturistas. El dibujo más insignificante que representa a la más inexpresiva de las « pequenas mujeres » está considerado como una caricatura. Una fórmula de arte muy particular resulta pues ignorada, hasta de los artistas, rebajada al papel de distracción para bebedores a sorbitos.

Ya es hora que yo esclarezca la situación ; voy a tratar de hacerlo.

El caricaturista es, ante todo, un ser irrespetuoso ; desprecia profundamente a cuanto veneran los creyentes ; sí que es desde luego un conversión ; hasta es un revolucionario, pero no en la acepción vulgar de la palabra : lucha sólo a base de ideas, y bien sabe que los disparos no hacen avanzar la Evolución.

Ataca el Arco santo que contiene los supremos respetos de los creyentes, y blande ambas armas : la pluma y el lápiz, ya que un dibujo sin leyenda no es una caricatura. Y si la leyenda no es satírica, si no mortifica un vicio o un prejuicio, o si no se mofa de las instituciones anticuadas, si no asalta las leyes inicuas, el dibujo que recalca entra en el orden de la mera ilustración.

Pero la caricatura, ella, se queda colgada de las paredes ; está tirada sobre las mesas, en los pisos, en los cafés, en las antesalas de los médicos o de los dentistas, la encontramos tanto en casa del rico como en la del pobre ; el obrero se la lleva hasta el taller, el empleado a la oficina. En la calle, resplandece y brilla en los quioscos de periódicos, en los escaparates de las librerías ; todos la ven : imagen, toma sitio en los cerebros, estos receptáculos de imágenes. Y diez, veinte, treinta anos después de su publicación, volvemos a encontrarla en el fondo de un baúl, sobre el último estante de un viejo mueble, en el polvo de una mudanza.

El caricaturista puede imponer sus ideas hasta la obsesión y, para llegar hasta este resultado, para ser un reformador, debe ser, antes de todo, un « desformador ».

La caricatura es la deformación de los seres y de las cosas, es el arte de descubrir las fealdades y de ponerlas en la picota, dibujándolas con rasgos deformados, recargados, puestos en forma de tirabuzón hasta el dolor ; con rasgos que fuerzan las retinas y se imprimen de una manera indeleble en los encéfalos ; con rasgos esenciales y definitivos.

Considero haber demostrado suficientemente que la caricatura puede y debe aspirar a un papel más alto que él en el que quieren encerrarla los graciosos. Pienso también haber demostrado que el trabajo del caricaturista no consiste en hacer bambolearse de contento los barrigones de los animales, sino en sembrar, en los cerebros que piensan, ideas salvadoras. Sin embargo, el caricaturista tiene que poseer en sumo grado, el sentido del cómico a fin de exagerar los ridículos, a fin de amalgamar la bufonería con la severidad, la ironía con la virulencia y a fin de poder presentar en una pirueta clownesca las cosas que, dichas por un moralista, provocarían el bostezo universal.

En una caricatura, la leyenda importa tanto como el dibujo : éste sólo existe para impresionar la vista, puerta del cerebro. Abre y la idea entra, adecuada a la leyenda que debe ser breve y mordaz ; es necesario que ésta chasquee como un latigazo, que, gracias a su concisión, pueda colarse en un rincón de la memoria, y acurrucarse en ella, inexpugnable.

Una leyenda confusa a penas se leye y nunca se puede recordarla : no produce interés.

Lo repito, la caricatura es una fórmula de arte muy especial. Uno no se improvisa caricaturista : es necesario, haber tentado, desde la infancia, reproducir, exagerándolos, los ridículos de su entorno. A lo mejor, es también necesario haber sido oprimido por padres autoritarios para que la revuelta estalle más tarde en las obras. Sobre todo es necesario poseer un talante con suma sensibilidad a fin de que el menor contacto con las fealdades próximas provoque la indignación.

El estiercol acelera la abertura de las flores : deseo que de la actual putrefacción social brote un importante ramo de caricaturistas temibles, de verdaderos « humoristas ».

Jossot, 1911.

cul de lampe paru dans la Critique
La conversión de Jossot

Ayer, por la tarde, cumplí un acto de suma gravedad : ante varios testigos, pronuncié con toda convicción, la fórmula de la Chaâda : Laïlaha il Allah. Mohammed raçoul Allah.

De hecho, soy musulmán.

La gente que me conoce no deberá asombrarse al verme con la cabeza cubierta de un tiesto puesto al revés. Bien pienso, dentro de poco, reemplazar ese sombrero inestético por el turbante y colgar el andrajo de rumí. Si me disfrazo durante algún tiempo de vendedor de cacahuete, es para no asustar a mis nuevos correligionarios que podrían creer mi nueva conversión sólo motivada por el antojo de vestirme en árabe.

Quisiera poder explicar detalladamente las razones que determinaron mi acto ; pero el marco de una crónica no puede bastar a esta explicación : lo que se necesita es un libro. Acabo de escribir este volumen : dentro de poco tiempo, sera publicado, inchallah. Mientras tanto, de todas maneras, éstas son escasas impresiones.

No me convertí al Islam para tener derecho a cuatro esposas legítimas y a un número ilimitado de compañeras ; a mi edad, uno se contenta fácilmente con la monogamia.

Cuando salí de la nada donde tan bien me sentía, me impusieron el catolicismo romano y la nacionalidad francesa sin pedir mi consentimiento. Admito que resulta imposible interrogar a un feto acerca de sus convicciones políticas y religiosas, pero podrían esperar a que el susodicho feto tuviera bastante barba.

Como la mía se puso a crecer, me arrogué el derecho de escoger mi fe y mi patria : opté por la religion musulmana que es también una nacionalidad.

El islamismo sin misterio, sin dogma, sin clero, casi sin culto, es la más racional de todas las religiones ; por eso, la adopté, ya que estimo que el ser no necesita el intermedio de los sacerdotes para adorar a su Creador.

Muy recientemente, como deseaba aprender una fe, me atormenté la mente para obligar a aceptar unas fábulas tan extravagantes que los que me las contaban confiesan que no podían explicármelas : me pedían que creyera sin entender.

Al contrario, en la religión de Mahoma, todo me pareció sencillo y sublime, como la Verdad.

La hermosura de la vida oriental fascinaba, desde hace mucho tiempo, mi imaginación de artista : mi afición al ensueño, mi aversión por la Civilización, todo me incitaba a una tranformación total.

Después de muchas tormentas, me he aquí, por fin, llegado al remanso, donde podría descansar, disfrutando de la gran paz del Islam.

ABDUL KARIM JOSSOT, 1913

Al margen de la multitud

Vivo al margen de la multitud ; huyo de todos, de ustedes, de sus pastores y de sus perros.

Me despedí de cuanto les apasiona ; rompí con sus tradiciones ; no quiero saber nada acerca de su sociedad chiflada, las mentiras y la hipocresía suyas me dan asco. En medio de su falsa civilización, me aparto ; me refugio en mí mismo ; sólo encuentro la paz en la soledad.

Yo no quiero más tener trato con ustedes ; me aparto de ustedes, ya que todos padecen de locura : se precipitan para vivir más de prisa ; se apresuran, van corriendo, se atropellan. Su existencia agitada les impide pensar, soñar, sentir. Y esta frenesí no tiene otra causa que su deseo de ganancia : ganar dinero es para ustedes la ley suprema ; enriquecerse, ésta es su única meta. Sólo saben trabajar, transpirar y votar.

A causa del sucio dinero, ese dios de nuestra sucia época, a causa de éste declaran la guerra ; a causa de éste matan o se hacen matar. Se vuelven infelices por él, se agotan por él, se suicidan por él. No se les ocurre a la mente limitar sus apetencias, suprimir los deseos en ustedes, apaciguar sus corazones. Ninguno de ustedes manifesta la intención de romper con la infernal situación actual.

¡ Ah ! Desde su nacimiento, fueron lanzados a la espiral. ¿ Qué estoy diciendo ? Antes de que vinieran al mundo, su destino ya estaba decidido, su vida planeada y, desde su nacimiento, fueron sometidos a todos tipos de influencias, primero familiares, escolares luego, más tarde militares, y por fin, sociales.

Les aprendieron a copiar su existencia en las de sus padres ; dirigieron sus sentimientos ; ahogaron sus aspiraciones ; les ensenaron una moralidad ; les inculcaron creencias religiosas ; les impusieron obligaciones cívicas, obligaciones mundanas ; los moldearon, los amasaron, los manipularon ; los machacaron bajo todos los convenios, bajo todos los prejuicios, bajo todos los errores.

Les impusieron normas ; les apremiaron ; levantaron barreras delante de ustedes ; les daron limites ; les forjaron cadenas.

Tanto aniquilaron su individualidad que perdieron ustedes hasta la conciencia de sí mismos. Y cuando uno no conformista, que hace tabla rasa de los falsos valores, procura explicarles el sublime poema de la vida ; revelarles la verdad ; denunciar ante ustedes los artificios que la desnaturalizan, los convencionalismos que la mutilan ; las mentiras que la afean, se niegan ustedes a escucharlo. Si trata de purificar su espíritu alzándolo por encima de los miasmas morbosos que se desprenden de la materia ; si les aconseja la vida interior, la única que sea merecedora de vivirse,ustedes ríen sarcásticamente y lo califican de loco, ustedes los dementes.

Subhumanos agrupados en manadas, todos tienen la misma mentalidad gregaria ; balan todos, con el mismo tono, los mismos tópicos. Eso es por lo que huyo de ustedes, de sus pastores y de sus perros.

JOSSOT, 1939.

cul de lampe paru dans Viande de Borgeois

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cul de lampe, Viande de bourgeois

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